El ceviche me gusta con zarandaja o con choclito desgranado. Solito, con el pescado como protagonista, o en una ronda generosa con otras delicias marinas. En su versión más elevada, pero también se disfruta con su chicharroncito de pota en el mercado de Jesús María. Más clásico -con pescados o mariscos- o el bocado perfecto del cevichito con erizo de Marcona que preparamos en casa. De caballa con chifles o de conchas negras con ostras.
Me gusta el ceviche como motivo de reunión, me gustan las conversaciones alrededor de una fuentecita de esta preparación y me gusta saber que -probablemente- todos tenemos un recuerdo que incluya una porción de este potaje peruano que celebramos.
Hoy se anunció que esta delicia forma parte de la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO. Este logro es, obviamente, para los agricultores de productos como cebolla, limón y ajíes; para los pescadores y mariscadores que con su sabiduría nos dan la materia prima para este bocado; para las cebicherías, restaurantes, picanterías y demás establecimientos que lo ofrecen para todo tipo de comensales; y, por su puesto, para los/as cocineros/as que con maestría logran conquistarnos con sus creaciones. Y también para lxs peruanxs que merecemos sentir orgullo por algo nuestro, sobre todo en tiempos tan turbulentos y llenos de incertidumbre.
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