Cuando era pequeñito las noches se convertían en momentos especiales. Todo se iba a negro pero con la luz que entraba de la puerta y la calle imaginaba con Osi seres mágicos en el techo. No sé si eran ángeles o hadas, pero cada noche me iba a dormir pidiendo un deseo. Muchas veces eran deseos muy complicados de cumplir. “Que se dejen de meter conmigo”, “que me despierte siendo un niño delgado y normal”, “preferiría ser una niña” o “que dejen de gustarme los niños”. Alguna vez pedía tan fuerte que se me escapaba alguna lágrima y entre algún sollozo me dormía.
Otras veces tenía pesadillas, sueños extraños que no me dejaban dormir. Y me agarraba a Osi.
Cuando llegaba de vacaciones siempre hacía la misma broma: llamamos al timbre, que Osi nos abre.
Me ha ido acompañando desde que tengo uso de razón y hace unas semanas decidí que iba a formar parte de mí para siempre.
Ahora lo miro y pienso lo mucho que ha crecido aquel niño preocupado por su peso, por su sexualidad o por aquellos idiotas que le llamaban”maricón”.
Hoy estoy muy contento de quién soy y de que Osi esté en mi piel para que pueda estar orgulloso de mí.
Tengo una madre oso que a zarpazos nos ha sacado adelante desde muy pequeños. Una hermana como una estrella, que siempre ha estado ahí, brillando en el horizonte. Bañándome a mí antes de que ella misma se pudiese casi bañar sola. Tuve una abuela que me enseñó la bondad, que me enseñó a querer y que noto de vez en cuando si pierdo el norte. Tengo unas amigas que por más golpes que me da la vida están, están para irnos de viaje a Benidorm o para tomar una cerveza en el peor bar de Lavapies. Están perdidas por el mundo, Granada, Sevilla, Valencia, Paris o Madrid. Están por todos lados, como hadas que con su polvo me invitan a volar. Tengo salud, que no es poco. Muchas muchas ganas de reírme. De beber Mahou sin gluten y de tomar el sol. Tengo ganas de viajar y conocer sitios pero seguir visitando esos que me encantan. Tengo ganas de cambios pero también de tradiciones. Tengo muchas cosas pero mi cuenta bancaria hace eco. Soy rico solo por la gente que me rodea. Voy al trabajo con una sonrisa, me río y disfruto. Tengo amor de muchas formas y unas personas que me rodean todos los días por las que estar agradecido. Tengo más cosas que menos. De menos tengo cosas, por ejemplo, echo de menos. Echo de menos un montón. Echo de menos algunos domingos de sol en la Latina, echo de menos darle la mano a mi abuela y echo de menos a aquel Pelayo más inocente que se ha perdido con la carga de la madurez. Pero tengo muchas vivencias, muchas anécdotas y mucha gente para escucharlas. Tengo mucho y estoy contento.